Abriste los ojos sin saber que la disfruté
cinco años, que la perdí hace dos y que por eso la comencé llorar. Ni siquiera
te habías enterado de los prolegómenos de la patética historia que ahora
agoniza con tus últimos pasos.
Entre las oscilantes y coloridas
luces de aquella noche veraniega la descubrí. Quedé impactado; absorto.
Ignorante de lo que allí empezaba. El fácil libreto de una historia que nos tenía
reservado esta morbosa extirpación de una porción que nunca recobraré. Deberías
saber que nadie pudo con nosotros cuando fuimos uno. Que convertimos en
postales las convulsas calles de la ciudad y que nos consumimos hambrientos dentro
de innumerables habitaciones pasajeras.
Jamás hallaré aquellas tiernas comisuras
en otras miradas. La delicia de aquellos fascinantes mofletes nunca más será disfrutada
por estos mustios belfos. Pero salgo expulsado de su órbita habiendo escrutado
la totalidad de su ser. Allí quedó rubricado el irrepetible sabor de mi esencia,
en cada recoveco, en cada espacio imposible. ¿Y lo que expone a los demás? También
fueron conquistados por mi primitiva machez. A alguien tendrá que contarlo.
Alguna amiga seguramente se enterará de lo que juntos hicimos, poseídos por la
premura y la lujuria que nos conminaba al libidinoso despojo de nuestras ropas.
Entonces se vendrá abajo. Cuando las tortuosas reclamaciones la empiecen a
sojuzgarla no podrá con ellas y creerá desmayar. En ese instante, cuando su triste
mirada se quede petrificada en sus pequeños pies querrá salir corriendo sin
poder hacerlo.
Te vas con esta historia que quizás
no debió escribirse. Se te va acabando la vida y no paras de cargar los ínfimos
detritos de lo que aún queda de mí. Veo que no es solo mi pena. También está
aquella que me complementa. ¿A dónde irás con ellas? ¿Existe realmente un purgatorio
para entidades espectrales? No te apures. Ya lo descubriré.
Dos almas desgraciadas. De esto ¡Cuánto
sabias Dante! Tanto andar, tanto amar, tanto soñar, para terminar errantes
entre nuestras crueles reminiscencias. Dos cuitas que se abrazan para poder
seguir en otra vida. Dos aciagas verdades y una arcana mentira. Te vas dejando
a ese pobre diablo que llegó al final. A ese triste actor de reparto que posa en
la fría almohada la oquedad de su testa, creyéndose el afortunado protagonista.
Aquel eterno segundón jamás se enterará lo que hoy te confesé.
Te veo exhalando tus últimos estertores
y casi que me alegro. Dentro de pocas horas recibiré a tu prístino sucesor y allí
estaré maldito amigo. De pie. Sin más bultos que cargar. No me queda más
fuerzas en estos hombros exangües. Pero tengo la sesera intacta. Así enfrentaré
al otro, con sus trescientos sesenta y cinco días para reconstruirme. Y me impondré.
Las penas se van contigo. Lo único que no te dejaré llevar son aquellas señales
que siempre me recordarán a los que estuvieron conmigo, en los momentos más álgidos,
más funestos. A esos amigos no podrás llevarles pues los conservaré hasta donde
encuentre mi última parada.
Te estás muriendo, te tomo de la
mano y aquí, dentro de mi mirada torva, se agita un bravo mar de sentimientos,
un océano insondable donde se desaguaron todas las lágrimas de mi profunda tristeza
¡Hasta nunca hijo puta!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Manifiestate. Opina aquí